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Ruta Samurái

El día de la marmota versión rusa

La despedida de Rusia se complica un poco, pero nos lo tomamos con paciencia y todo el buen humor que sea posible

El día de la marmota versión rusa
22 de agosto de 2010

Hace más de un mes que no me digno a escribir algo con un poco de sustancia literaria y además me voy a evitar contar todas las patéticas excusas que me vienen a la cabeza.

Estamos en Vladivostok desde el miércoles pasado y nos quedan ya solo dos días más para tomar el ferry que nos llevará a Corea del Sur y luego a Japón. Creo que no hace falta que diga las ganas que tengo de llegar, los que me conocéis ya estaréis cansados de oírme hablar de Japón cada dos por tres. El caso es que hemos tenido que quedarnos una semana en esta ciudad porque el ferry a Japón solamente sale una vez a la semana. Además, tuvimos la “desgracia” de llegar solo unas horas después de que zarpara. Unos días más tarde nos dimos cuenta de que no fue tan mala suerte porque empezamos a hacer las gestiones y nos dimos cuenta de que realmente necesitábamos dos o tres días para arreglar los papeles de las motos.

Fuimos un poco ingenuos y llegamos a Vladivostok sin tener ni idea de los horarios ni del número de ferris que había. Luego nos enteramos de que únicamente habían tres opciones posibles: la primera consistía en tomar dos ferris y cruzar a Japón a través de la isla de Sahalin (Rusia) y luego llegando a Wakanai (en Hokkaido). Esta opción la desechamos pronto (aunque era mi preferida porque me habría gustado ver Hokkaido). Ya teníamos los papeles del cuaderno ATA configurados para Vladivostok y viendo como está el panorama con las aduanas, preferimos arriesgarnos 0,0.

La segunda opción que teníamos era tomar un ferry directo hasta Toyama, pero al parecer la compañía que ofrecía este servicio decidió vender el ferry y cerrar la empresa. Seguramente no les salía rentable o quizás se endeudaron tomando demasiado vodka y tuvieron que vender. ¡Quién sabe!, el caso es que nos jodieron el plan.

La tercera opción (la que menos nos gustaba) ha resultado ser la única vía de escape de Rusia. Viajar a Donghae (Corea del Sur) y luego a Sakaiminato (sur de Japón) con la compañía DBS. El trayecto dura dos días y nos ha costado la friolera de 600 €. ¡Un pastiche considerable!

Durante estos días que tenemos que estar en Vladivostok hemos aprovechado para hacer la colada, intentar comprar unas zapatillas nuevas para Vicente y en general mover el culo un poco por la ciudad. Nos hemos acomodado bastante en el hotel y la verdad es que unos días de descanso se agradecen bastante. Me gusta ir en la moto por ahí solo, haciendo gestiones como si estuviera en Alicante. Conocerme las calles y saber como ir a los sitios del barrio. Es una sensación que siempre me gusta repetir. Ya cuando me fui a vivir a Barcelona y Madrid me empezó a gustar y parece que no desaparece. Volver a empezar desde cero en una ciudad nueva ¡es una pasada! Todos los días hay algo nuevo que aprender y eso de superar retos tiene algo de química - ¿endorfinas quizás? - que lo hace bastante adictivo, por lo menos para mí.

Para ir a hacer gestiones en Rusia ya me hago a la idea de que voy a pasar casi todo el día. Hay que tener mucha paciencia y ser muy persistente. En muchas ocasiones le digo a Vicente, “¿Ves? si nos hubiéramos rendido cuando nos han dicho eso, no lo habríamos conseguido”. Los funcionarios nos suelen cerrar muchas puertas, no quieren ayudar, somos una complicación para ellos, no hablamos el idioma. Hay que ser muy persistente y emplear la táctica de la protesta silenciosa. Esta técnica nos ha funcionado bastante bien durante todo el viaje y voy a explicarla porque tiene su gracia.

Cuando las autoridades rusas se cierran en banda y no hay forma de llegar a ningún sitio, hay que hacer como Gandhi. Una protesta no violenta. La guerra no verbal. Buscamos el sitio que más les gusta, donde se reúnen a fumar el pitillo o un cruce de pasillos bastante transitado, el caso es que te vean e incomodarles. Nos vamos directamente a ese sitio y hacemos una sentada. Nos ponemos a hablar entre nosotros y a esperar la reacción. Al rato siempre aparece alguien más predispuesto a ayudar o llama a otro que sepa un poco de inglés. El tema es deshacerse de nosotros :-)

En el hotel donde nos alojamos también hemos coincidido con otros tres moteros que también están viajando por el mundo. Jesús, un vasco que viaja desde España hasta Australia, tiene una moto Ural (marca rusa) con sidecar. Le gusta tocar la guitarra clásica, fuma, es pelirrojo y a veces se tira un rato hablando sin mirarte a la cara. Eric es francés, pero su abuelo era español. Es fotógrafo de viajes extremos y viaja desde España a Shanghái en una Harley-Davidson de 350 Kg (con dos cojones). Lleva 3 bidones de gasolina y puede hacer 700 Km sin parar. Metió su moto en China dentro del maletero de un autobús, pero le pillaron y tuvo que salir de China a los pocos días. El último es Alex, un motero suizo que va hasta Japón en una GS1200. Hoy se ha ido de vuelta a Moscú, donde recogerá su moto que envió en el transiberiano desde Vladivostok.

En fin, nos hemos juntado una cuadrilla interesante y nos reunimos de vez en cuando a contar historias de viajes y tomar cervezas. ¡Así seguiremos un par de días más!

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